Las heridas del cuerpo en el psiquismo
Las marcas de la discapacidad
La consideración de la inocencia del retrasado tiene gran peso en la cultura y en la religión, que es conveniente distinguir de las construcciones psicológicas encaminadas a elaborar las marcas traumáticas de la discapacidad. “Escrituras de la discapacidad” es el título de un trabajo de recolección efectuado sobre relatos antiguos, argumentos literarios, historias de vida y otros materiales desechados por la psicología encargada de medir y clasificar al intelecto, donde el autor ha buscado rescatar las huellas que hablan de la discapacidad en un lenguaje no especializado sobre el tema.
“Hubo un instante en que tuve esperanzas de encontrar a seres que, perdonándome mi fealdad, me quisieran por las excelentes cualidades que era capaz de demostrar”.
Frankenstein
Uno de los rasgos asociados antiguamente a la deficiencia mental es la parálisis del entendimiento, opinión que perdura en la actualidad cuando se adjudica al retrasado un grado relativo de inercia mental.
Dicha inercia vinculada a una cierta lentitud en el proceso del pensamiento, también puede extenderse a la esfera de la personalidad y el desempeño social; estas consecuencias no en todos los casos obedecen a problemas exclusivamente orgánicos sino a una mirada de los otros y del sujeto que ha quedado detenida. Es decir que, en este último sentido, sería la parálisis de una mirada la que sobrevuela sobre la discapacidad tornando inerte al ser, o lo que sería una forma de mutilación subjetiva provocada por desamparo afectivo o psicológico.
Discapacidad es entonces ese signo que no es puerto seguro para nadie, un término que por sí solo no da cuenta de la historia familiar e individual ni de los conflictos e intereses de cada persona. Por este motivo, desde hace algunos años he buscado rescatar las huellas que hablan de la discapacidad en un lenguaje no especializado sobre el tema. “Escrituras de la Discapacidad” es el título de un trabajo de recolección efectuado sobre relatos antiguos, argumentos literarios, historias de vida y otros materiales desechados por la psicología encargada de medir y clasificar al intelecto.
Durante el trayecto de esa investigación se puede escarbar sobre la transmisión social que califica al retrasado de inocente, esa tipografía diseñada por las habladurías de la gente que producen imágenes muchas veces estereotipadas de los individuos. En muchos casos la experiencia advierte que ese estado de inocencia es otro de los hábitos con los que la subjetividad excluida o amenazada puede identificarse para ser algo a cambio de ser menos que nada. Pero la posición de quien busca no saber, no siempre ha depuesto sus armas ante el maestro y es efecto de una complejidad a descubrir en cada caso.
Las marcas de la patología se anudan a criterios sorpresivos, a creencias que suelen sostener que la enfermedad con la que ha nacido el niño representa un don celestial. Se destaca en esto una curiosa ligadura entre lo nefasto del sufrimiento y el don como regalo divino. Como si esa idea lograra alguna compensación o alivio al padeciente y a su entorno enlazando lo irremediable del mal al mandato de algún poder superior. Estas fantasías son formas de entretejer en el psiquismo el sentimiento sin razón que provocan las heridas de lo traumático.
Cuando estos procesos de pensamiento se enquistan o se tornan inamovibles demoran el trabajo requerido para asumir la problemática, emprender alguna terapia o simplemente acompañar el desarrollo individual y social del paciente. Si todo es obra divina producto de un mandamiento irrevocable, el acontecimiento traumático no se incluye en la constitución subjetiva particular o queda al margen de la misma como si nunca hubiera ocurrido. La consideración de la inocencia del retrasado tiene pues un peso en la cultura, incluso en la religión, que es conveniente distinguir de las construcciones psicológicas encaminadas a elaborar las marcas traumáticas de la discapacidad.
Los daños que comprometen la imagen del cuerpo han provocado una inmensa labor de reconstrucción en Frida Kahlo. En la popular pintora los defectos ocasionados por los accidentes y las enfermedades se convierten, a través de la creatividad, en un sufrimiento que puede comunicarse y a la vez que le permite apropiarse de un lugar incómodo pero propio.
Al recorrer con atención las diversas producciones pictóricas de la artista mejicana, a su capacidad artística se agrega un trabajo extra, un esfuerzo de incorporar en su psiquismo los acontecimientos dolorosos padecidos. La recurrencia a una mirada sobre su entorno y sobre ella misma es otra de las marcas que insisten tanto en su obra como en su operar psicológico que muchas veces concretó a través de la utilización del espejo. Esto comprueba que la imagen del cuerpo es un proceso en permanente construcción que necesita poder ser incluido en un universo que le dé sentido, sobre todo en los casos en los que el cuerpo ha sufrido algún tipo de traumatismo en lo real.
“Escrituras...”, también se ha nutrido en las fuentes de los cuentos más famosos sobre personajes deformes. En estas historias, el espejo que reiteradamente se niega a la persona de aspecto espantoso es la mirada de quienes forman la sociedad humana, surgiendo así todo tipo de desventuras en una lucha constante entre el ocultamiento y la necesidad de aceptación por parte de los demás. El deforme consigue velar su aspecto horrible cuando alcanza, de una forma u otra, ser escuchado. Es en ese momento cuando su palabra lo despoja de la deformidad y puede ser otro, incluso despertar sentimientos de ternura en los niños. Los temidos ogros de muchos de estos cuentos despliegan en cuevas y sitios apartados tanto el acceso al lenguaje y la lectoescritura como el desarrollo de actividades intelectuales y creativas, a lo que se agrega comúnmente la búsqueda de una vinculación amistosa opuesta al odio que generalmente recibe de la sociedad.
A partir de lo expuesto en forma resumida, se podría concluir que la imagen del cuerpo es una escritura y una lectura que no es lineal y que en ocasiones se torna borrosa y llena de misterios. En la medida que el cuerpo es efecto de una habladuría preexistente al individuo, una orilla extranjera lo habita. Esa extranjeridad constitutiva muchas veces reflota en forma de angustia ante la visión de un ser diferente o ante las metamorfosis o alteraciones del cuerpo propio.
Para finalizar nuestro recorrido desde otros territorios nos llega el relato de Pearl Buck. El mundo occidental ha accedido a las costumbres chinas gracias a ella. Su obra constituye además de un testimonio de vida sobre el hombre oriental, un recorrido sobre el carácter paradójico del sentimiento humano.
Cuenta la escritora que una vez una niña china retrasada no tenía nombre propio y se la llamaba “la pobre tonta”. Esto la ubicaba en un lugar de inferioridad dentro del núcleo de la familia de Wang Lung, su padre. A lo largo del relato la niña se va haciendo adulta y la autora al referirse a ella dirá que sigue siendo la misma criatura idiota de siempre, denotando una idea de tiempo fijo en la subjetividad.
Prosiguiendo con el argumento, Wang Lung siempre pensaba qué sería de su hija cuando él muriera. Un día fue este hombre a una tienda y compró un paquete con un veneno que le daría a la niña cuando viera que su muerte (la del padre) se acercaba. Aunque él temía a esto más que a su propia muerte, confió la niña a su joven concubina Flor de Peral, diciéndole que ese paquete de veneno era una puerta de salida: “...después que yo haya muerto, mézclale esto en el arroz, dáselo a comer y podrá seguirme donde yo me halle”.
A los cincuenta y dos años, la mujer que vivía bajo el cuidado de Flor de Peral muere en forma repentina por un enfriamiento: la hija de Wang sale de la casa y avanza hasta el agua helada sin pensar en que era agua. Flor de Peral corrió a buscarla pero la mujer no resistió y murió al cabo de unas horas. Cuando vinieron sus tíos, hermanos del padre ya muerto, trajeron un ataúd y permanecieron allí hasta ver colocar el cadáver de quien por primera vez en su vida reposaba tranquila y grave con la dignidad que sólo la muerte pudo darle. Tal es así que Flor de Peral, aunque apenada, se sintió reconfortada al ver el aire que había adoptado la niña diciendo que la muerte la había sanado haciéndola por fin sensata y semejante a los demás.
La fantasía literaria de la escritora norteamericana hila tras un tema candente en el discurso de los padres del retrasado. La muerte aludida que ellos refieren al hijo también los incluye y los enfrenta a reiterados sentimientos de pérdida, dudas o la imposibilidad de ejercer sus funciones. En cuanto al relato de Buck, dentro de su crudeza asoma el alivio. Quizás, para Flor de Peral aquella pérdida amada significaba a la vez su integración en algo común a todos los hombres como es la muerte, algo que en aquella niña no había ocurrido nunca en el transcurso de toda su vida.
Inercia, parálisis, ocultamiento y descubrimiento, términos que van encarrilando la discapacidad hacia otras significaciones. Podríamos también derivar hacia la palabra intervalo, como ese espacio en el que la subjetividad puede refugiarse en una antesala de la muerte parecida a la de la pobre tonta. Se trata de un lugar de permanencia fuera de la comunicación frente a un vacío absoluto. De un intervalo con consistencia que bloquea la posibilidad del habla. Los niños que permanecen en ese intervalo con respecto a la constitución de su yo y de su cuerpo o que están al borde de ese riesgo, soportan algo así como la invasión de un goce devorador. Estos niños muchas veces se ven impulsados a ejercer un intercambio insimbolizable con los otros. Cuando esto ocurre y la palabra aún no opera, un abordaje trata de construir mediaciones tendientes a provocar un discurso posible. Posibles portadores de significaciones patrocinantes de una comunicación más humana donde impera la pura objetalidad, el silencio o el estupor.
Juan Carlos Matías*
* Juan Carlos Matías es psicólogo de la Escuela Especial Nº 2049 de Rosario. Profesor de E.P.I.S. I en la Facultad de Psicología de la U.N.R.
E-mail: psimatias@hotmail.com
Otras notas
Durante mucho tiempo se confundieron psicosis y discapacidad mental. La discapacidad mental señala un déficit en relación a la llamada inteligencia promedio pero, además, la experiencia muestra que muchos sujetos con déficit mental presentan...
RESPUESTAS A LAS DUDAS MAS FRECUENTES RESPECTO DEL DERECHO A VIAJAR GRATUITAMENTE EN LOS MEDIOS DE TRANSPORTE
Habiéndome referido, en la revista de Marzo, a diferentes metodologías aplicables en la reeducación del niño sordo, me referiré a continuación a la metodología oral, es decir, a la que tiene como objetivo que el niño se comunique oralmente, o sea...