Nota
Discapacidad y salud; La dignidad de la Gente
Por Luciano Fabián ORSATTI
Salud, educación, palabras pero no simplemente
palabras, que con tristeza y hasta con desesperación pronunciamos
casi todos los días.
En esta Argentina de hoy donde los cambios son tan rápidos
en las citadas áreas que no nos permiten adaptamos a lo nuevo,
que es ya casi todo viejo.
Una Argentina con gente maravillosa pero cada
vez más cansada de un sistema donde se nivela para abajo
y no se ve la real dimensión de las cosas.
Una Argentina donde perdemos cada día, mentes geniales que
se van del país o simplemente se suicidan.
Que paradoja, miles de personas aclaman un cantante, pero unos cuantos lloran un científico.
¿No será que tenemos la Argentina
que más de uno de nosotros se merece?
Tiempos atrás leyendo un periódico recorté
un artículo que pienso cada día deberíamos
leer y llevas a la práctica.
Considerar cada problemática en el contexto adecuado, relacionando la parte con el todo, nos ayuda a tener la visión lo suficientemente amplia como para comprender mejor, como para abarcar el panorama y acercarnos mejor a las explicaciones.
Se relaciona con lo de la amplitud de criterio,
que será tanto mayor cuanto mas elementos tengamos para hacernos
la composición del lugar.
Cuando nos imbuimos en los problemas inmediatos y nos dejamos absorber
y abrumar por ellos, es probable que perdamos la perspectiva y tomemos
como natural lo que nunca lo fue.
Por ejemplo, a fuerza de mentalizamos que estamos en una crisis
-y las ha habido cíclicamente-, creemos que la que tenemos
delante es la peor de todas, y empezamos a asumir que la crisis
es total y abarcar no solamente lo material, sino lo que hace al
espíritu.
Las carencias se agradan, marginación se
multiplica y crece a expensas de nuevos sectores que ingresan como
consecuencia de las transformaciones impuestas por esta realidad
y por un modelo económico y un sistema institucional determinados.
En ese contexto inmediato se va perdiendo la capacidad de mantener
determinados principios elementales y la dignidad del hombre naufraga;
Esperar la dádiva, aceptar reglas de juego discriminatorias
o abusivas, buscar la ventaja o la ganancia rápida y sin
complicaciones, cambiar conceptos e incluso renegar de un patrimonio
ético que pudo estar sustentando una forma de vida, parecen
monedas legales para el comercio en una sociedad en descomposición.
El empobrecimiento ya no es un desafío
para la lucha y el esfuerzo, el reclamo digno y la postura clara
sino que se transforma en la excusa para la claudicación.
Algo nos dice que es malo que le pase a una sociedad, que pueda
sucederle a un pueblo, y nos pasa por que lo abona una solidaridad
escasa y una debilidad cultural que probablemente ha sido fomentada
durante décadas de conducciones equivocadas.
Quizá sea todo eso lo esencial de las razones por las que
tenemos una imposibilidad visceral de sentirnos a pesar de todo
con una reserva importante desde la que se pueda intentar el renacimiento.
Es la que está en un país magnífico
que nos pertenece, una libertad a la que ya no podríamos
renunciar, y la posibilidad de unir las voluntades en serio y con
decisión alimentada
de convencimiento para intentaría.
Otros pueblos lo han logrado, y empezando desde abismos muchísimo más profundos.
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